Una compañera mía de la universidad les llama fantasmas. Son
esos amores que terminaron hace tiempo de forma más o menos abrupta, pero sin
odio y sin desamor y cuando estás sola y la casa está en silencio te persiguen
y te acechan con su ruido de cadenas y su “Buuuuuuuu ¿Y si nos queremos
todavía? Buuuuuuuuu ¿Y si todo fue un error?”
Están los fantasmas, y luego están los zombis. Todavía no
tengo una definición clara para ellos, porque acuñé el término el viernes
pasado por culpa de esas extrañas asociaciones de palabras que hacemos a veces
inconscientemente. Supongo que si tuviera psicoanalista, me daría una
explicación. O no me la daría, porque los psicoanalistas no te explican nada,
pero la anotaría en su cuaderno con cara de póker.
Hasta donde me he podido psicoanalizar yo misma, y sin
ahondar mucho en mi cerebro, que a saber lo que encuentro, los zombis se
diferencian de los fantasmas en que huelen mal, porque a diferencia de los
otros, sí son de este mundo, sí son reales, y a veces les quieres reventar la
cabeza.
Lo del viernes da para una entrada propia de blog, así que
no ahondaré mucho en el tema, pero digamos que yo no me encontraba del todo
bien y necesitaba un amigo, pero mi amigo necesitaba ver a la chica por la que
anda colado, y aunque me había invitado a su casa, se pasó toda la comida con
la nariz metida en el whatsapp, para poco después irse corriendo a verla (a
ella y a su novio) dejándome un poco tirada. Yo entiendo que la bragueta nos
pica a todos, pero para qué voy a mentir… me jodió.
Podría haber sido un viernes de mierda rematando una semana
de mierda, pero como en las películas de ciencia ficción, vino el galán de
turno (nerd de día, superhéroe de noche) a salvarnos a todos. Sagitario
irrumpió en la historia haciendo lo que mejor sabe hacer: jugar a la Play.
Cuando mi amigo se marchó, me quité las botas, ignoré sus
tímidos avances, cogí el mando, y nos pusimos a pegar tiros a diestra y
siniestra dejando a nuestro paso un reguero de vísceras putrefactas. Qué
sangría. Qué bien me lo pasé. Mi alma me pedía compañía pero mi cuerpo me pedía
masacre, y la tuve.
Es una suerte que los videojuegos sean el segundo pasatiempo
favorito de Sagitario, (o el primero no estoy segura), pero me alegro de que no
le importara que yo no tuviera ganas de desnudarme, y de que me cubriera con su
fuego cruzado cuando tenía que coger un botiquín porque me estaba quedando sin
fuerzas y los zombis me querían morder el cerebro.
Vaya metáfora truculenta me ha salido para terminar.